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la molineta

Taller con Andrés Neuman

Continuidad de los parques

Continuidad de los parques

Curiosamente en el encuentro del pasado día 4 de Octubre, este cuento salió a mención con cierta frecuencia. Y, no menos curioso, es que cuando a la mañana siguiente me puse a repasar correos, lo encontré en uno de ellos. Para los que, como yo, no lo hubieran leído, aquí lo dejo ahora.

Un saludo.

Pablo.

CONTINUIDAD DE LOS PARQUES

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

 

                                                            Julio Cortázar   (De “Final del Juego”, 1956)



 

CUENTO POPULAR CHINO (o el atraco a vuela pluma de Pepe Ríos en 6 min.)

CUENTO POPULAR CHINO (o el atraco a vuela pluma de Pepe Ríos en 6 min.)

Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores. Pasaron cinco años y el dibujo aún no estaba empezado. “Necesito otros cinco años”, dijo Chuang Tzu. El rey se los concedió. Transcurridos los diez años, Chuang Tzu tomó el pincel y en un instante, con un solo gesto, dibujó un cangrejo, el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto.

Italo Calvino, Seis propuestas para el próximo milenio.

Chatng Zon  hizo construir a los servidores un estanque para la cría de cangrejos. Durante varios meses se dedicó al cuidado y a la cría de los animales.

Un día, al levantarse, miró en el estanque y observó una nueva cría; era excepcional, tenía una mezcla de varios colores, había heredado la genética de la mayoría de los especimenes del estanque.

Chatng Zon hizo construir una pecera de cristal, enmarcada con unas maderas de ébano, de remotos bosques y parajes de la India.

A los cinco años se produjo la esperada visita del Emperador. El pintor le mostró muy orgulloso el cuadro realista.

El emperador, muy enojado, expresó que eso no se parecía en nada a un cangrejo.

A los cinco días, la cabeza del pintor rodó escaleras abajo del cadalso.

Pepe Ríos

 

CUENTO V (o el atraco a vuela pluma de Paco López en 6 min.)

CUENTO V (o el atraco a vuela pluma de Paco López en 6 min.)

Un día después de recibir la orden, Chuang Tzu hizo partir a siete de sus sirvientes hacia cada uno de los mares conocidos: Debían traer un cangrejo cada uno.

Pasados cinco años, sólo seis de ellos habían cumplido el encargo. El criado enviado al Mar Mediterráneo no había regresado.

Chuang Tzu convenció al emperador de que era necesario prorrogar cinco años más el plazo, pues la pieza que debía de servir de modelo aún no había sido capturada. Concedida la petición, el propio pintor partió con los cinco sirvientes restantes hasta Asia Menor y, una vez allí, embarcaron hacia la isla de Ibiza.

Allí encontraron petrificado en una piedra un fósil de cangrejo cuyas líneas eran perfectas.

Sólo tardó cinco segundos en copiarlo.

Paco López

CUENTO IV (o el atraco a vuela pluma de Manuel Moyano en 6 min.)

CUENTO IV (o el atraco a vuela pluma de Manuel Moyano en 6 min.)

El Rey pidió a Chuang Tzu que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu repuso que, para llevar a cabo tal cometido, necesitaba una casa y doce servidores que atendieran todas sus necesidades. El Rey le concedió esos deseos.

Durante cinco años, Chuang Tzu dedicó doce horas diarias a dibujar, seis a la meditación y seis al sueño. Gastó cien mil resmas de papel de arroz en sus borradores, que daba de comer a las cabras una vez desechadas.

Pasados cinco años, el Rey visitó a Chuang Tzu y le preguntó si había satisfecho su petición. Chuang Tzu respondió que no, pero el Rey examinó algunos de sus últimos bocetos, ya terminados, y le dijo que cualquiera de esos dibujos le parecía una magnífica representación de un cangrejo. Chuang Tzu, con lágrimas en los ojos, repuso que el dibujo no sería un verdadero cangrejo mientras éste no saliera de la página y comenzara a andar.

Los juglares dicen que Chuang Tzu enloqueció, y que nunca morirá mientras no dibuje el cangrejo perfecto.

M. Moyano

CHUANG TZU Y EL CANGREJO (o el atraco a vuela pluma de Santa Cruz en 6 min.)

CHUANG TZU Y EL CANGREJO (o el atraco a vuela pluma de Santa Cruz en 6 min.)

Cuando Chuang Tzu escuchó la petición del emperador pensó: “no es justo. ¿Un cangrejo? El proyecto es demasiado complicado” y, durante un par de minutos, anduvo barajando posibilidades. Al fin dijo que necesitaba un plazo de cinco años y una casa con doce servidores. El emperador accedió.

Durante todo este tiempo estuvo reuniendo información acerca de las especies conocidas de cangrejo. Los había marinas, fluviales, terrestres, arborícolas; con pinzas de diferente color, de tamaños muy distintos…

Cuando cumplió el plazo, desolado, se vio en la obligación de solicitar una nueva prórroga, que le fue concedida también.

Esta vez hizo traer a casa una muestra de cada variedad estudiada y profundizó en las particularidades propias de las mismas. Ni una sola vez tomó el pincel para trazar un apunte del natural.

Cuando por segunda vez acudió ante el emperador, tras una leve inclinación de cabeza, solicitó papel suficiente, una buena cantidad de tinta y varios pinceles y, ante los asombrados ojos del emperador pintó, una a una, las mil y una variedades de cangrejos que tan bien había llegado a estudiar.

- Pero, yo sólo pedí que pintaras un cangrejo – protestó el emperador.

- Sí, mi señor. Pero no especificasteis cuál y no quería defraudaros. La próxima vez, sed más concreto, por favor.

El emperador aprendió la lección y se juró no repetir nunca el mismo error.

Santa Cruz García

CUENTO III (o el atraco a vuela pluma de Tautina en 6 min.)

CUENTO III (o el atraco a vuela pluma de Tautina en 6 min.)

 

Tisu miró el pergamino. La última gota aún resbalaba de su junco y la obra ya estaba completa. La observó, un exacto trazo negro silueteaba la figura de un crustáceo, perfecto, concreto y simple cangrejo.

Tisú se sintió intranquilo, diez años y una vida de comodidades a cambio de un trazo, una obra perfecta, la síntesis del minimalismo puesta al servicio del admirador.

Si se asustó o se sintió intranquilo en este tiempo, largo tiempo de bienestar, no podía expresarlo ahora. Su mecenas escrutaría la obra y el sabía, debía creer y demostrar, que la síntesis de todo el concepto estaba ahí, en ese trazo sinuoso y casual que perfilaba el crustáceo solicitado.

El monarca llegó, miró el pergamino y posó sus ojos dignos en el pintor.

Tisú alzó el mentón. Su obra era perfecta. Un cangrejo precioso y conciso, lo que el rey le había pedido. El orgullo le nació del rostro y se derramó por la sala, afectando a cortesanos y sirvientes. Sostuvo la mirada del rey con todo el valor de su talento.

- ¿Qué es esto? – preguntó el monarca con rostro impasible.

- Un cangrejo majestad, tal como pedisteis – respondió Tisú pleno de confianza -. ¿Os sorprende acaso que un solo trazo al aire pueda representar la esencia del cangrejo?

- No – contestó el monarca -. Me asombra que hayas tardado diez años en dibujar una langosta.

Julia R. Robles

 

CUENTO II (o el atraco a vuela pluma de C.M. en 6 min.)

CUENTO II (o el atraco a vuela pluma de C.M. en 6 min.)

Chuang Tzu pensó durante largo rato qué sería aquello que el rey le demandaba en forma de dibujo. Pasado un año todavía seguía corriendo a través de bosques  y planicies. Chuang Tzu nunca había visto un cangrejo.

Cansado de recorrer caminos, una mañana, pasados dos años de la petición real, se sentó junto a un río. De sus aguas, como por encanto, emergió una figura femenina que le sonreía con aspecto pícaro.

- Chuang Tzu -le dijo-, tengo algo que buscas sin descanso.

Y extendiéndole la mano, hizo saltar un pequeño cangrejo amarillo, que fue a posarse en la cabeza de Chuang Tzu.

- Éste es el pequeño tesoro que buscabas con tanto interés.

Pasados los cinco años acordados, el rey contemplaba extasiado en un espejo colocado ante sí, en el gran salón, el reflejo del pequeño cangrejo amarillo que Chuang Tzu nunca quiso dibujar.

C.M.

EL CUADRO DE CHUANG TZU (o el atraco a vuela pluma de Juande en 6 min.)

EL CUADRO DE CHUANG TZU (o el atraco a vuela pluma de Juande en 6 min.)

Los suaves hilillos que componen el pincel de bambú se deslizan sobre el fino papel de arroz que, descansando sobre el colorido tapiz, lleva esperando tanto tiempo.

Tranquila, sentada sobre sus talones, Tai ne, la hija de Chuang Tzu, uno de los pintores del palacio del emperador, escucha paciente el deslizar de la tienta sobre el blanco lienzo. Adivina, entre el negro contraste, las consistentes líneas que simbolizan un cangrejo.

- Padre ¿Por qué pintas hoy el cuadro que pidió el emperador?

- Es sencillo, porque cuando el emperador me lo encargó tan solo acababas de llegar al mundo.

Juande

CUENTO I (o el atraco a vuela pluma de Pablo en 6 min.)

CUENTO I (o el atraco a vuela pluma de Pablo en 6 min.)

 

Chuang Tzu supo nada más entrar a la casa, que los ojos rasgados de aquella sirvienta conseguirían que el encargo del rey no quedara terminado antes del plazo establecido. Durante cinco años, la contemplación de aquella mirada disipó todas las probables ideas que pudiera imaginar acerca del cangrejo perfecto.

Trascurrido el lustro, el dibujante pudo obtener una prórroga con la promesa del dibujo más sublime que jamás hubieran contemplado los ojos del rey; aun sabiendo que cinco años más no eran nada para contemplar la piel blanca de Li-Feng.

Se acercaba el fin de la prórroga y a Chuang Tzu, lo único que le preocupaba era la cada vez más delicada salud de Li-Feng.

Justo el día que vencía el plazo, Li-Feng murió. El rey encontró al dibujante en el funeral y, frente al lecho donde ella yacía, le recordó el encargo. Entonces, Chuang Tzu pensó en los ojos de Li-Feng y, de un solo trazo, dibujó el cangrejo más perfecto que jamás nadie había visto.

Pablo