CUENTO IV (o el atraco a vuela pluma de Manuel Moyano en 6 min.)
El Rey pidió a Chuang Tzu que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu repuso que, para llevar a cabo tal cometido, necesitaba una casa y doce servidores que atendieran todas sus necesidades. El Rey le concedió esos deseos.
Durante cinco años, Chuang Tzu dedicó doce horas diarias a dibujar, seis a la meditación y seis al sueño. Gastó cien mil resmas de papel de arroz en sus borradores, que daba de comer a las cabras una vez desechadas.
Pasados cinco años, el Rey visitó a Chuang Tzu y le preguntó si había satisfecho su petición. Chuang Tzu respondió que no, pero el Rey examinó algunos de sus últimos bocetos, ya terminados, y le dijo que cualquiera de esos dibujos le parecía una magnífica representación de un cangrejo. Chuang Tzu, con lágrimas en los ojos, repuso que el dibujo no sería un verdadero cangrejo mientras éste no saliera de la página y comenzara a andar.
Los juglares dicen que Chuang Tzu enloqueció, y que nunca morirá mientras no dibuje el cangrejo perfecto.
M. Moyano
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