CUENTO I (o el atraco a vuela pluma de Pablo en 6 min.)

Chuang Tzu supo nada más entrar a la casa, que los ojos rasgados de aquella sirvienta conseguirían que el encargo del rey no quedara terminado antes del plazo establecido. Durante cinco años, la contemplación de aquella mirada disipó todas las probables ideas que pudiera imaginar acerca del cangrejo perfecto.
Trascurrido el lustro, el dibujante pudo obtener una prórroga con la promesa del dibujo más sublime que jamás hubieran contemplado los ojos del rey; aun sabiendo que cinco años más no eran nada para contemplar la piel blanca de Li-Feng.
Se acercaba el fin de la prórroga y a Chuang Tzu, lo único que le preocupaba era la cada vez más delicada salud de Li-Feng.
Justo el día que vencía el plazo, Li-Feng murió. El rey encontró al dibujante en el funeral y, frente al lecho donde ella yacía, le recordó el encargo. Entonces, Chuang Tzu pensó en los ojos de Li-Feng y, de un solo trazo, dibujó el cangrejo más perfecto que jamás nadie había visto.
Pablo
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