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Entre los estantes de febrero

Entre los estantes de febrero

   Acerca de la Librería

Presentamos una nueva sección, que hemos dado en llamar “La librería”, donde Javier Traité, uno de nuestros recientes socios, librero y afincado en Barcelona, nos mantendrá al corriente de las últimas novedades editoriales, noticias del mundillo literario que corran entre los pasillos de su librería, o algún comentario sobre éste o aquel libro perdido en los estantes y que le guste lo suficiente (o lo suficientemente poco) para hacerle mención.

Estoy segura de que con este nuevo punto de vista, Javier Traité sabrá acercarnos a una parte de este mundo que, como escritores, suele quedarnos muy ajena. Esto es, la Literatura comercial.

Quiero recordar, a modo de presentación, algunas palabras que cruzamos cuando le propuse llevar la nueva sección, y que dan fe de cómo se dispone este Molineto a llevarnos por los pasillos de La Librería. Me confesó entonces que, a su modo de ver, la Literatura abarca un grupo muchísimo más amplio, y menos selecto, de lo que queremos confesarnos a nosotros mismos, habló de los escritorzuelos best-selleros y de que también la mala literatura se merece un hueco en nuestras vidas. Sin ella -dijo-, no reconoceríamos la buena. Por último, se comprometió a tratar en su primera entrada la última crisis editorial.

Que ustedes lo lean bien.

Julia R. Robles


 

 

 

 LA LIBRERÍA: 19 DE FEBRERO

Febrero es, para las transacciones literarias, un mes casi tan malo como Mayo. Apurando aún la resaca post-navideña, sumado al cada día más jodido nivel de vida, el volumen de novedades literarias que se editan en estos meses baja muchos enteros respecto al resto del año.

Uno de los movimientos cada vez más habituales de las editoriales (las fuertes, al menos) es lanzar “campañas” de bolsillo con los títulos que mejor han ido saliendo el semestre anterior. Gracias a máquinas de escribir libros como Stephen King o César Vidal, hay una rápida rotación en el mercado, pero ciborgs literarios hay pocos (y no sé si dar las gracias o maldecir por ello), así que los grupos fuertes parece que recurren a otras estrategias, a saber:

Primero.- Editar en bolsillo autores de segunda fila que no vendieron un carajo, pero en fin, a ver si ahora que es baratito sale mejor.

Segundo.- Editar en bolsillo autores que SÓLO existen en bolsillo. El amigo Peter Harris (publicado en DeBolsillo) se está haciendo su clientela dentro de los lectores del thriller y no tiene un solo libro en tapa dura.

Tercero.- Reeditar viejas glorias. Ojo, que esto es interesante. Resulta que se quedan sin cupo de autores que editar, pero ah, estos cabrones de Booket (por poner un ejemplo) están lanzando una nueva campaña, así que he de contraatacar. Y así te encuentras metido en una guerra en la que siempre, siempre, sale ganando el lector. El otro día estaba colocando tres cubetas llenas de libros de bolsillo, muchos de ellos autenticas majaderías, los típicos libritos con frases sobrecogedoras de algún periódico norteamericano en plan: “Impactante. Aterradora. Un desafío para los sentidos – The North Oklahoma Tribune”. ¿Quién coño lee el North Oklahoma Tribune? ¿Os compraríais un libro sólo porque en el Villacantuda de Abajo Journal un columnista al que han untado con dos duros dice que esa novela que tienes entre manos es la nueva Guerra y Paz? En fin, ahí estaba yo, colocando todo esto, y pensé: demonios, necesito una cerveza, y de repente veo una portada gris con unas flagrantes letras blancas sobre fondo negro: Matar a un ruiseñor. De Harper Lee. Con dos cojones. Supongo que llega un punto en que faltan autores y hay que recurrir a lo clásico. Haced el ejercicio y buscad en la base de datos del ISBN qué ediciones disponibles hay de este libro. Una editada por Orbis en 1987, reeditada en 1996 (Orbis es una editorial “kioskera”, de estas que lanzan la colección y luego nunca más se supo). Otra sin fecha de Plaza & Janés en la colección “Jet” de bolsillo (colección desaparecida hace años). Y la que me llegó el otro día a la tienda. Fíjate, todos hemos oído hablar de Lee y de Matar a un ruiseñor. Coño, sólo con que alguien haya visto la película, o la de Capote, le tiene que sonar un poco. Y lo que son las cosas, encontrar el libro editado en España era casi tan difícil como encontrar un tipo honrado en el Parlamento. Pero, ah, ahí está la Guerra de las Editoriales para satisfacernos. Lo tenéis en las librerías, editado en la colección Zeta Bolsillo, de Ediciones B (por lo demás, una editorial que sólo la caga, como ya explicaré en otra ocasión) por el módico precio de unos diez euros. Yo ya lo tengo en la reserva, pero claro, ahora es que estoy liado con Raymond Carver desde que algún desalmado de este blog publicó un artículo interesantísimo de su puño y letra y me entraron unas ganas tremendas de conocerlo. Ya os explicaré.

En fin amigos, que es un mes fabuloso para irse a las librerías y mirar NO en las novedades de tapa dura, sino en las mesas y estantes de bolsillo. Así a bote pronto: mucha novedad de género negro, una colección de relatos breves del escritor de ciencia ficción Orson Scott Card (Tautina, esto va para ti), más clásicos, como El Tercer Hombre, y un larguísimo etc. Es casi imposible que no encuentres algo interesante.

 

13 Consejos para Escribir (Por Chuck Palahniuk)

13 Consejos para Escribir (Por Chuck Palahniuk)

Nota del... Bueno, sí, traductor:

 

En primer lugar, se impone pedir disculpas por las incorrecciones que pueda tener la traducción. He intentado limitarme a las palabras de Palahniuk, pero sin que las frasen suenen como si hablara un yanki en Benidorm.

En segundo lugar, aclararé que estos trece consejos están extraídos de la web oficial de Chuck Palahniuk. En esa página, el autor hace lo que se podría dar en llamar un taller virtual para los usuarios registrados (y de pago). En los que propone un tema al mes a sus seguidores. De ahí que a veces se refiera a "este trabajo" o "esta tarea". Yo bajé estos trece consejos, alguno de los cuales me parece interesante y, algún otro, divertido. Si alguno lee en inglés, puede visitar la página oficial de Chuck Palahniuk , aunque os advierto que es bastante liosa. En ella, encontré algunos de estos trabajos mensuales que podría resultar interesante a alguien. Obviamente, no los puedo traducir todos. Aparte del tiempo, no sé si el asunto sería legal...

Espero que os pueda resultar interesante. Aunque sólo sea un poco.

Saludos.

Pablo.

 

 

13 CONSEJOS PARA ESCRIBIR

POR CHUCK PALAHNIUK

Hace veinte años, una amiga y yo caminábamos por el centro de Pórtland en navidad. Los grandes almacenes: Meier an dFrank... Fredrick and Nelson... Nordstroms... sus enormes escaparates mostraban cada uno una bonita y sencilla escena: un maniquí vistiendo ropa o una botella de perfume sobre nieve falsa. Pero el escaparate de J.J. Newberry’s, maldita sea, estaba atestado de muñecas y oropeles y espátulas y destornilladores y almohadas, aspiradoras, perchas de plástico, jerbos, flores artificiales, golosinas – ya pillas el punto. Cada uno de los cientos de objetos tenía marcado su precio con un círculo de desteñida cartulina roja. Y, al pasar, mi amiga, Laurie, echó un buen vistazo y dijo, “Su filosofía de escaparatismo debe de ser: Si el escaparate no parece estar del todo bien, ponle más cosas"

Ella hizo el comentario perfecto en el momento perfecto, y lo recuerdo dos decadas después porque me hizo reír. Aquellos otros preciosos escaparates... Estoy seguro que tenían mucho gusto y estilo, pero no tengo memoria real de cómo eran.

Para este trabajo (....) mi meta es poner más. Poner juntos una especie de escaparate de navidad de ideas, con la esperanza que algo será útil. O como empacar regalos de navidad para los lectores, poniendo dentro caramelos y una ardilla y un libro y algunos juguetes y un collar. Espero que una variedad suficiente garantizará que aparezca una completa tontería , pero que alguna otra cosa pueda ser perfecta.

Número Uno: Hace dos años, cuando escribí las primeras de estas tareas, era más o menos el tiempo de mi método de escritura “egg timer” (avisador). He aquí el método: Cuando no quieres escribir, pon en el avisador en una hora (o en media hora) y siéntate a escribir hasta que el cronómetro suene. Si todavía odias escribir, eres libre en una hora. Pero, normalmente, para cuando suene la alarma, estarás tan involucrado en tu trabajo, disfrutándolo tanto, que seguirás adelante. En vez de un avisador, puedes poner una lavadora, o secadora y úsalas para cronometrar tu trabajo. Alternar la tarea mental que supone escribir con la física de hacer la colada y lavar los platos, te proporcionará las pausas que necesitas para que te lleguen nuevas ideas y percepciones. Si no sabes qué es lo siguiente que va a ocurrir en la historia... limpia el baño. Cambia las sábanas. Por el amor de Dios, quítale el polvo al ordenador. Una idea mejor llegará.

Número dos: Tu audiencia es más lista de lo que imaginas. No temas experimentar con las formas de la historia ni con los cambios en el tiempo. Mi teoría personal es que los lectores jóvenes se distancian de la mayoría de los libros no porque esos lectores sean más tontos que los del pasado, sino porque el lector de hoy es más listo. Las películas nos han hecho muy sofisticados para la narración. Y tu audiencia es mucho más complicada de impactar de lo que puedas imaginar.

Número tres: Antes de sentarte a escribir una escena, medítala y conoce el propósito de dicha escena. ¿Que situaciones establecidas en escenas anteriores salda? ¿Qué establece para escenas posteriores? ¿Cómo activa tu trama? Cuando estés trabajando, conduciendo, haciendo ejercicio, mantén sólo esta cuestión en tu mente. Toma notas conforme tengas ideas. Y sólo cuando estés decidido acerca de los huesos de la escena, entonces siéntate y escríbela. No vayas a ese aburrido y polvoriento ordenador sin algo en la mente. Y no hagas que tu lector camine trabajosamente a través de una escena en la que pasa muy poco o nada.

Número cuatro: Sorpréndete a ti mismo. Si puedes llevar la historia – o dejarla que ella te lleve a ti – a un lugar que te asombre, entonces puedes sorprender a tu lector. Cuando llegas a ver cualquier sorpresa bien planeada, las posibilidades son que también la verá tu sofisticado lector.

Número cinco: Cuando te atasques, vuelve y lee los capítulos anteriores, buscando personajes o detalles que puedas resucitar como “armas enterradas”. Al final de estar escribiendo “El club de la lucha”, no tenía ni idea de qué era lo que iba a hacer con el edificio de oficinas. Pero releyendo el primer capítulo, encontré el comentario desperdiciado sobre mezclar nitro con parafina y como eso era un método incierto para fabricar explosivos plásticos. Esa tonta acotación (... la parafina nunca me ha funcionado...) fue la perfecta “arma enterrada” para resucitarla al final y salvar mi culo de narrador.

Número seis: Utiliza el escribir como una excusa para hacer una fiesta cada semana – incluso aunque llames a esa fiesta un taller” -. Cada vez que pasas tiempo entre otra gente que valora y apoya la escritura, eso compensará esas horas que gastas a solas, escribiendo. Incluso si algún día vendes tu trabajo, ninguna cantidad de dinero te compensará del tiempo que pasas a solas. Así coge tu “cheque” por adelantado, haz de la escritura una excusa para estar con gente alrededor. Cuando llegues al final de tu vida, confía en mí, no mirarás atrás y saborearás los momentos que pasaste a solas.

Número siete: Permítete mantenerte en el “No Saber”. Este pequeño consejo viene a través de un centenar de gente famosa, a través de Tom Spanbauer hasta mí y ahora, tú. Cuanto más tiempo puedas permitirle a una historia que tome forma, mejor forma tendrá. No apresures o fuerces en final de una historia o un libro. Todo lo que tienes que conocer es la próxima escena, o unas pocas próximas escenas. No tienes que conocer cada momento hasta el final, de hecho, si lo haces, será terriblemente aburrido de ejecutar.

Número ocho: Si necesitas más libertad en la historia, entre borrador y borrador, cambia los nombres de los personajes. Los personajes no son reales, y ellos no son tú. Por el hecho de cambiar sus nombres arbitrariamente, consigues la distancia que necesitas para torturarlo de veras. O peor, bórralo, si eso es lo que la historia necesita de verdad.

Número nueve: Hay tres tipos de discurso – No sé si esto es VERDAD, pero lo oí en un seminario y tenía sentido -. Estos tipos son: Descriptivo, Imperativo y Expresivo. Descriptivo: “El sol se levantó alto...” Imperativo: “Camina, no corras...” Expresivo: “¡Ay!” La mayoría de los escritores de ficción utilizarán sólo uno – dos, todo lo más -. Así que, usa los tres. Mézclalos. Es como la gente habla.

Número diez: Escribe el libro que quieres leer.

Número once: Hazte ahora fotos de autor, con chaqueta, mientras eres joven. Y hazte con los negativos y el copyright de esas fotos.

Número Doce: Escribe sobre los temas que realmente te preocupan. Esas son las únicas cosas sobre las que merece la pena escribir. En su curso, llamado “Escritura peligrosa”, Tom Spanbauer enfatiza que la vida es demasiado preciosa como para desperdiciarla escribiendo historias insulsas y convencionales las cuales no tienen ningún lazo personal contigo. Hay tantas cosas de las que Tom habló, pero sólo puedo medio recordar: el arte de “manumision” que no puedo deletrear, pero que entendí que significaba el cuidado que utilizas al mover a un lector a través de una historia. Y “sous conversation”, el cual me hice la idea de que significaba el mensaje escondido, enterrado entre la historia obvia. Como no me siento cómodo describiendo temas, sólo medio entiendo. Tom estuvo de acuerdo en escribir un libro sobre este trabajo y las ideas que él enseña. El título de trabajo es “A Hole In The Heart (Un agujero en el corazón”) y tiene planeado tener listo un borrador en Junio de 2006, con fecha de publicación a primeros de 2007.

Número Trece: Otra historia de escaparates de navidad. Casi cada mañana, desayuno en el mismo restaurante, y esta mañana un hombre estaba pintando el escaparate con dibujos navideños. Hombres de nieve. Copos de nieve. Campanas. Santa Claus. Él permanecía de pie, fuera, en la acera, pintando con pinturas de diferentes colores. Dentro del restaurante, los clientes y los camareros observaban como esparcía pintura roja y blanca y azul en el exterior de la gran ventana. Tras él, la lluvia cambió a nieve, cayendo de un lado a otro en el viento.

El pelo del pintor era de todos los tonos de gris, y su cara, flácida y arrugada como el culo vacío de sus vaqueros. Entre colores, paró para beber algo de un vaso de papel.

Observándolo desde el interior, comiendo huevos y tostadas, alguien dijo que era triste. Este cliente dijo que el hombre era, probablemente, un artista fracasado. Que lo del vaso de papel, probablemente sería güisqui. Que probablemente tenía un estudio lleno de pinturas fracasadas y ahora vivía de decorar escaparates de restaurantes y tiendas. Triste, triste, triste.

Este pintor siguió poniendo colores. Todo el blanco nieve primero. Entonces algunas extensiones de rojo y verde. Entonces unas líneas de negro que delimitaban las formas de colores y las convertían en paquetes y árboles.

Un camarero caminó por el restaurante, sirviendo café a la gente, y dijo, “Es tan bonito. Ojalá yo pudiera hacer algo así...”

Y tanto si envidiábamos como si nos daba pena el camarero en el frío, él siguió pintando. Añadiendo detalles y capas de color. Y no estoy seguro de cuándo pasó, pero en algún momento ya no estaba allí. Las pinturas por sí mismas eran tan ricas, llenaron tan bien la ventana, los colores tan brillantes, que el pintor se había ido. Tanto si era un fracasado como un héroe. Él había desaparecido, se había largado a donde fuera, y todo lo que estábamos viendo era su trabajo.

 

Entrevista a Pablo de Aguilar González

Entrevista a Pablo de Aguilar González

“Coincidí con Pablo de Aguilar en mi último viaje en la nave crucero Carlomagno. Los veinte pasajeros de esa travesía de placer nos dirigíamos a UB313 para un cambio de cuerpo, lo que nos mantenía bastante nerviosos, así que fue una alegría encontrar a alguien conocido con quien poder charlar…”.

Así empezaba mi nuevo relato, cuando me detuve mirando mi última frase y preguntándome cuánto conocía realmente de Pablo de Aguilar. Lo llamé. “Necesito que contestes a unas preguntas, Pablo”. Ya sabemos lo importante que es el trabajo de investigación para un escritor. Incluso aunque mi cuento verse sobre una nave espacial que surca el espacio más allá de Urano, también los géneros menores necesitan un poco de esfuerzo. Y él, siempre solícito, se hizo de rogar lo justo para que su orgullo venciera a su modestia. Al final, me miró con esos ojos burlones suyos y contestó: “Venga rubia, dispara”.

Pablo de Aguilar González nació en Albacete un mes de marzo de 1963. Conoció a dos grandes maravillas de este mundo, Murcia y su esposa, a la edad de 21 años, mientras cursaba sus estudios de informática. Y regresó en el 2000, afincándose en Molina de Segura, con intención de permanencia.

Los efluvios culturales de esta tierra le han inspirado desde entonces, incitándole a escribir historias y augurándole una satisfactoria carrera en las letras. En sólo unos pocos años, ha acumulado en su haber una lista lo suficientemente larga de méritos, como para que se le olviden cuando los enumera de memoria -créanme, yo he sido testigo-, y entre ellos, figuran los siguientes:

Finalista en 2004 en el concurso “2001 palabras en el Ciber-espacio”, organizado por la revista Teína.

Segundo premio relato corto “Concurso literario de poesía y relato corto Emilia Pardo Bazán 2005”, en Murcia.

Tercer premio en el IX Concurso de Narraciones Breves del Ideal de Granada en 2005.

Segundo premio relato corto “Concurso literario de poesía y relato corto Emilia Pardo Bazán 2007”, en Murcia.

Publicaciones de relatos en “El Ideal de Granada” y “Lunas de Papel” así como en varias antologías como “Cuentos de la Molineta” “Las narraciones breves de El Ideal” o “Dibújame un cuento”.

Yo ya sabía, cuando lo llamé, que tenía un par de novelas inéditas tocando a las puertas de algunas editoriales. Lo que no sabía es que este prolífico caballero andaba ya preparando una tercera.

- Oye, Pablo, ¿te acuerdas de cuando nos conocimos? Fue cuando supiste de la Molineta literaria, ¿no?

- Supe de ellos hace tres años, por una presentación que hicieron en el casino de Molina de Segura. Mi cuñado me envió un correo con información sobre el acto y yo, que hacía poco que escribía, y estaba interesado por lo que cualquiera pudiera contar sobre el relato, me decidí a ir. En aquella presentación, los miembros se mostraron muy dispuestos a admitir a cualquiera que quisiera formar parte de la asociación. Pero, en ese momento, yo pensé que había demasiado nivel literario y no me decidí.

Un año más tarde, te conocía a ti, a partir de nuestros blogs en Internet. Ambos teníamos inquietud por relacionarnos con otras personas que escribieran. Yo, entonces, recordé a La Molineta Literaria y te propuse volverlos a encontrar y hacernos miembros.

- Y yo dije que sí. Siempre te digo que sí tarde o temprano – le susurré con la más dulce y coqueta de mis sonrisas. Él me ignoró, como siempre, y yo me corté -. ¿Y encontraste allí esas relaciones que suponías con otros escritores?

- Para ser sinceros, no era lo que esperaba – torció el gesto y se quitó un hilillo de la camisa. A veces, cuando algo le disgusta, su rostro parece mucho más serio de lo que es -. Yo esperaba a un grupo de gente más participativa a la hora de aprender. La Molineta ha sido y es muy activa en cuanto a la realización de diversos proyectos. Todos ellos de mucho mérito, teniendo en cuenta la cantidad de gente que la forma. Sin embargo, yo tenía en mente un grupo que discutiera más de técnicas y estilos; de dónde estaban los puntos flojos y los fuertes de cada cual; de apoyarnos en las lagunas creativas... Yo, en definitiva, esperaba un grupo más orientado hacia el interior de la organización que de cara al exterior.

- Pero en esta asociación hay escritores de todos las calidades, tanto noveles como veteranos en la publicación. Unos quieren aprender, otros enseñar y otros simplemente, estar.

- Los había de todo tipo – me atajó-. Han ido yendo y viniendo. Encontré amigos para toda la vida y he de decir que, por desgracia, también algún enemigo. Lo que sí es cierto es que en La Molineta Literaria hay mucho nivel. Hay muchos estilos y han pasado por ella muchos más. Cada uno tenemos nuestra propia voz narrativa, nuestra propia forma de ver y contar las cosas. Unos con mayor pericia que otros, pero cada uno a su manera (la mejor que cada cual sabe) Y eso enriquece mucho los cuadernillos que imprimimos para leernos entre nosotros. Alguno de esos cuadernillos tiene más nivel que muchos libros de relatos que circulan por ahí.


- Parece mentira cómo te quejas siendo el actual presidente – le dije con ironía.

- Sí, suena raro después de todo lo que he dicho anteriormente ¿verdad? Ya sabes cómo son las cosas en estas asociaciones pequeñas, los cargos suelen ser más tirando a “un marrón” que a “un chollo”. Además, aún no renuncio a convencer al resto de que a La Molineta le convendría virar, aunque sea un poco, hacia mi concepto de lo que debería ser. Tampoco puedo (ni quiero) imponer mis ideas.

- Pero se han hecho muchos proyectos en la asociación bajo tu tiempo de tutela.

- Pues aparte de los tres a cuatro cuadernillos de relatos anuales, y de la publicación del libro “Dibújame un cuento”, en el que participaron los alumnos de varios colegios de Molina con sus ilustraciones, estamos a punto de sacar a la calle el proyecto “Un cuento en 10 minutos”. En todos estos proyectos, yo mismo he participado con algún relato.


- ¿Y fuera de la asociación?

Fuera de la Molineta, soy cofundador de una página de Internet. Cuentos de burdel en la cual, actualmente, publicamos tres autores que subimos nuestros trabajos dispuestos (y esperando) que alguien nos los destripe. En su día nos planteamos el subir textos de otros autores, pero conocíamos las dificultades que eso planteaba porque veníamos de otras páginas en las que ya se hacía y decidimos que ya que todo el mundo puede tener un blog, no tenía demasiado sentido pedir que otros nos enviaran sus obras. Hace poco, hemos abierto un club de lectura que espero que tenga éxito y se mantenga en el sitio.

Sentí una leve punzada de remordimiento que me asomó al rostro, por no pasar por su blog tan a menudo como debiera. Él continuaba su argumentación, ajeno a mi rubor.

-“Cuentos de Burdel” está teniendo una aceptación razonablemente buena. En poco más de un año abierto, la página cuenta con más de 85000 visitas.

- ¿Sabes? Aún no he decidido si eres cuentista o novelista. ¿Tocas más ramas literarias?

- Nunca he escrito poesía ni creo que lo haga. Me gustan el cuento y la novela. Y compagino ambos, aunque, del poco tiempo que dedico a escribir, últimamente gasto más horas en la novela.

- Así que, decidido, eres más bien novelista.

- La novela requiere más disciplina y cuando te metes en una has de saber que es un proyecto a largo plazo. Esto, que puede dar pereza al principio, luego llega a ser gratificante. Sobre todo cuando se alcanza esa fase en la que, por fin, conoces a tus personajes y los sientes como si fueran gente real (En realidad, al menos para mí, llegan a serlo). Como parte negativa, aparte de lo de la disciplina, podría decirse que, para escritores que no publicamos, pasar varios meses escribiendo una historia para que luego apenas se lea (La novela no es un formato adecuado para colgar en Internet), puede llegar a ser algo frustrante.

Sonreí. Siempre acababa escuchando la palabra frustración unida a cualquier modo de arte.

- En cuanto al cuento, es muy satisfactorio. Se escribe rápido y, al final, siempre puede terminar en Internet. Tengo comentarios de gente de partes del mundo que, de otro modo, nunca hubieran sabido de mí. Que jamás llegarían a leer una novela mía, aunque ésta hubiera sido publicada. La parte mala es que, para el cuento, el esfuerzo creativo quizá sea mayor. Si una novela tiene un tema para, pongamos, 200 páginas, en un cuento tienes que encontrar un tema distinto para tan solo 4 u 8 páginas...

- Entonces si tienes que elegir qué te mueve a escribir, si la necesidad o la satisfacción de hacerlo…

- La satisfacción, sin duda. No soy de este tipo de gente que dice que no podría vivir sin escribir. Yo lo he hecho durante muchos años. Si bien es cierto que ahora mismo no me veo no haciéndolo, sé que podría pasar perfectamente sin escribir. Puede que un día pase, no lo sé.

- Anda ya – repliqué con una sonrisa – ambos sabemos que cuando este aguijón te pica, te envenena para siempre. Seguro que ya tienes rutinas de escritor y todo.

Mis rutinas son complicadas. Tengo poco tiempo para escribir, así que, lo hago cuando puedo. Los fines de semana, siempre que las obligaciones me lo permiten, por la mañana. Las mañanas son mi mejor hora, cuando más despejada tengo la mente, cuando más lúcido estoy.

- ¿Y tienes una guarida? ¿Un rincón sólo tuyo y de tus letras?

- Suelo escribir en el despacho de casa. Pero no soy demasiado delicado. Lo hago siempre en ordenador y, a veces, he estado con el portátil en una casa llena de gente, o en la biblioteca, o en un jardín. Me abstraigo del entorno bastante bien.

- Aún me falta, parafraseando al gran Paco López Mengual, saber tus influencias.

Actualmente, en literatura, como en todas las demás facetas de la vida, hay de todo. A mí, en particular, en los últimos tiempos, me interesan mucho varios autores norte americanos: Auster, Spambauer, Chuck Palahniuk... Y Carver por su estilo minimalista y su escepticismo. Con esto no estoy menospreciando a los autores españoles. Todo lo contrario. Es sólo que eso es lo que ahora me apetece leer.

- Y de la literatura contemporánea que mencionabas antes, ¿qué te interesa?

-En cuanto a la literatura actual, está como la vida actual. Llena de lo que en mi opinión son, “vende humos”. Las publicaciones se mueven por las cifras y éstas por el marketing. Y no siempre se promociona lo bueno, sino lo vendible. Aunque no necesariamente tienen por qué ir reñidos. Dicho esto, aclararé que opino que algunos títulos de esos que han vendido millones de libros y aunque la mayoría de ellos no forman parte de mi gusto literario, consiguen algo que todos los que escribimos queremos conseguir: han sido leídos. Llámalo marketing o llámalo como quieras, pero fomenta la lectura.

De todas formas, también hay editoriales que apuestan por la calidad. Y no debemos olvidar nunca que las editoriales son empresas que buscan un beneficio. No son ONG’s en busca de la mejor literatura (si esta no es vendible). Ni a la caza de nuevos talentos (a no ser que vayan a vender mucho). Yo siempre he estado seguro de que lo bueno termina por salir adelante; que el talento siempre se abre camino. Los escritores somos egocéntricos: Yo creo que deberíamos pensar que, si nadie nos publica, no será porque nos tienen manía, ni porque hay una pléyade de enchufados antes que nosotros. Sino porque no hemos alcanzado el nivel que se requiere. Un poco menos de paranoia y un poco más de realismo y autocrítica.... quizá no tengamos el talento que todos pensamos, o queremos pensar, que tenemos.

- Así que según tú, sigues creciendo, alimentándote y aprendiendo hasta que llegue tu oportunidad. ¿No hemos hablado de eso?

- Pues ya hemos hablado de casi todo. Actualmente estoy cerca de terminar la que será mi tercera novela. Acudo los martes a las tertulias literarias en la cafetería El Ateneo de Molina de segura y, aunque pocos, subo algunos cuentos a “Cuentos del burdel” Teniendo poco tiempo, como me pasa a mí (y a tantos otros), creo que debo dedicar mis esfuerzos a escribir y, en cuanto a lo demás: lo que tenga que venir, que venga.

 

Le di las gracias por su paciencia y nos despedimos con un sincero abrazo. Volví a casa ansiosa por retomar mi cuento: “… Así que fue una alegría encontrar a alguien conocido con quien poder charlar. Me gustaba Pablo, al menos todo lo que un humano puede gustarle a una ensifera de antenas largas y cuerpo…”

- Vaya -pensé- tengo que documentarme sobre las langostas ¿Conozco alguna a la que llamar…?

Todos los datos biográficos referidos a Pablo de Aguilar González son reales y cuentan con su autorización para constar en esta publicación.

Julia R. Robles

 

Escribir un cuento (Raymond Carver)

Raymond Carver
(1939-1988)

Escribir un cuento

Allá por la mitad de los sesenta empecé a notar los muchos problemas de concentración que me asaltaban ante las obras narrativas voluminosas. Durante un tiempo experimenté idéntica dificultad para leer tales obras como para escribirlas. Mi atención se despistaba; y decidí que no me hallaba en disposición de acometer la redacción de una novela. De todas formas, se trata de una historia angustiosa y hablar de ello puede resultar muy tedioso. Aunque no sea menos cierto que tuvo mucho que ver, todo esto, con mi dedicación a la poesía y a la narración corta. Verlo y soltarlo, sin pena alguna. Avanzar. Por ello perdí toda ambición, toda gran ambición, cuando andaba por los veintitantos años. Y creo que fue buena cosa que así me ocurriera. La ambición, y la buena suerte son algo magnífico para un escritor que desea hacerse como tal. Porque una ambición desmedida, acompañada del infortunio, puede matarlo. Hay que tener talento.
Son muchos los escritores que poseen un buen montón de talento; no conozco a escritor alguno que no lo tenga. Pero la única manera posible de contemplar las cosas, la única contemplación exacta, la única forma de expresar aquello que se ha visto, requiere algo más. El mundo según Garp es, por supuesto, el resultado de una visión maravillosa en consonancia con John Irving. También hay un mundo en consonancia con Flannery O’Connor, y otro con William Faulkner, y otro con Ernest Hemingway. Hay mundos en consonancia con Cheever, Updike, Singer, Stanley Elkin, Ann Beattie, Cynthia Ozick, Donald Barthelme, Mary Robinson, William Kitredge, Barry Hannah, Ursula K. LeGuin... Cualquier gran escritor, o simplemente buen escritor, elabora un mundo en consonancia con su propia especificidad.
Tal cosa es consustancial al estilo propio, aunque no se trate, únicamente, del estilo. Se trata, en suma, de la firma inimitable que pone en todas sus cosas el escritor. Este es su mundo y no otro. Esto es lo que diferencia a un escritor de otro. No se trata de talento. Hay mucho talento a nuestro alrededor. Pero un escritor que posea esa forma especial de contemplar las cosas, y que sepa dar una expresión artística a sus contemplaciones, tarda en encontrarse.
Decía Isak Dinesen que ella escribía un poco todos los días, sin esperanza y sin desesperación. Algún día escribiré ese lema en una ficha de tres por cinco, que pegaré en la pared, detrás de mi escritorio... Entonces tendré al menos es ficha escrita. “El esmero es la UNICA convicción moral del escritor”. Lo dijo Ezra Pound. No lo es todo aunque signifique cualquier cosa; pero si para el escritor tiene importancia esa “única convicción moral”, deberá rastrearla sin desmayo.
Tengo clavada en mi pared una ficha de tres por cinco, en la que escribí un lema tomado de un relato de Chejov:... Y súbitamente todo empezó a aclarársele. Sentí que esas palabras contenían la maravilla de lo posible. Amo su claridad, su sencillez; amo la muy alta revelación que hay en ellas. Palabras que también tienen su misterio. Porque, ¿qué era lo que antes permanecía en la oscuridad? ¿Qué es lo que comienza a aclararse? ¿Qué está pasando? Bien podría ser la consecuencia de un súbito despertar,. Siento una gran sensación de alivio por haberme anticipado a ello.
Una vez escuché al escritor Geoffrey Wolff decir a un grupo de estudiantes: No a los juegos triviales. También eso pasó a una ficha de tres por cinco. Solo que con una leve corrección: No jugar. Odio los juegos. Al primer signo de juego o de truco en una narración, sea trivial o elaborado, cierro el libro. Los juegos literarios se han convertido últimamente en una pesada carga, que yo, sin embargo, puedo estibar fácilmente sólo con no prestarles la atención que reclaman. Pero también una escritura minuciosa, puntillosa, o plúmbea, pueden echarme a dormir. El escritor no necesita de juegos ni de trucos para hacer sentir cosas a sus lectores. Aún a riesgo de parecer trivial, el escritor debe evitar el bostezo, el espanto de sus lectores.
Hace unos meses, en el New York Times Books Review John Barth decía que, hace diez años, la gran mayoría de los estudiantes que participaban en sus seminarios de literatura estaban altamente interesados en la “innovación formal”, y eso, hasta no hace mucho, era objeto de atención. Se lamentaba Barth, en su artículo, porque en los ochenta han sido muchos los escritores entregados a la creación de novelas ligeras y hasta “pop”. Argüía que el experimentalismo debe hacerse siempre en los márgenes, en paralelo con las concepciones más libres. Por mi parte, debo confesar que me ataca un poco los nervios oír hablar de “innovaciones formales” en la narración. Muy a menudo, la “experimentación” no es más que un pretexto para la falta de imaginación, para la vacuidad absoluta. Muy a menudo no es más que una licencia que se toma el autor para alienar —y maltratar, incluso— a sus lectores. Esa escritura, con harta frecuencia, nos despoja de cualquier noticia acerca del mundo; se limita a describir una desierta tierra de nadie, en la que pululan lagartos sobre algunas dunas, pero en la que no hay gente; una tierra sin habitar por algún ser humano reconocible; un lugar que quizá solo resulte interesante par un puñado de especializadísimos científicos.
Sí puede haber, no obstante, una experimentación literaria original que llene de regocijo a los lectores. Pero esa manera de ver las cosas —Barthelme, por ejemplo— no puede ser imitada luego por otro escritor. Eso no sería trabajar. Sólo hay un Barthelme, y un escritor cualquiera que tratase de apropiarse de su peculiar sensibilidad, de su mise en scene, bajo el pretexto de la innovación, no llegará sino al caos, a la dispersión y, lo que es peor, a la decepción de sí mismo. La experimentación de veras será algo nuevo, como pedía Pound, y deberá dar con sus propios hallazgos. Aunque si el escritor se desprende de su sensibilidad no hará otra cosa que transmitirnos noticias de su mundo.
Tanto en la poesía como en la narración breve, es posible hablar de lugares comunes y de cosas usadas comúnmente con un lenguaje claro, y dotar a esos objetos —una silla, la cortina de una ventana, un tenedor, una piedra, un pendiente de mujer— con los atributos de lo inmenso, con un poder renovado. Es posible escribir un diálogo aparentemente inocuo que, sin embargo, provoque un escalofrío en la espina dorsal del lector, como bien lo demuestran las delicias debidas a Navokov. Esa es de entre los escritores, la clase que más me interesa. Odio, por el contrario, la escritura sucia o coyuntural que se disfraza con los hábitos de la experimentación o con la supuesta zafiedad que se atribuye a un supuesto realismo. En el maravilloso cuento de Isaak Babel, Guy de Maupassant, el narrador dice acerca de la escritura: Ningún hierro puede despedazar tan fuertemente el corazón como un punto puesto en el lugar que le corresponde. Eso también merece figurar en una ficha de tres por cinco.
En una ocasión decía Evan Connell que supo de la conclusión de uno de sus cuentos cuando se descubrió quitando las comas mientras leía lo escrito, y volviéndolas a poner después, en una nueva lectura, allá donde antes estuvieran. Me gusta ese procedimiento de trabajo, me merece un gran respeto tanto cuidado. Porque eso es lo que hacemos, a fin de cuentas. Hacemos palabra y deben ser palabras escogidas, puntuadas en donde corresponda, para que puedan significar lo que en verdad pretenden. Si las palabras están en fuerte maridaje con las emociones del escritor, o si son imprecisas e inútiles para la expresión de cualquier razonamiento —si las palabras resultan oscuras, enrevesadas— los ojos del lector deberán volver sobre ellas y nada habremos ganado. El propio sentido de lo artístico que tenga el autor no debe ser comprometido por nosotros. Henry James llamó “especificación endeble” a este tipo de desafortunada escritura.
Tengo amigos que me cuentan que debe acelerar la conclusión de uno de sus libros porque necesitan el dinero o porque sus editores, o sus esposas, les apremian a ello. “Lo haría mejor si tuviera más tiempo”, dicen. No sé qué decir cuando un amigo novelista me suelta algo parecido. Ese no es mi problema. Pero si el escritor no elabora su obra de acuerdo con sus posibilidades y deseos, ¿por qué ocurre tal cosa? Pues en definitiva sólo podemos llevarnos a la tumba la satisfacción de haber hecho lo mejor, de haber elaborado una obra que nos deje contentos. Me gustaría decir a mis amigos escritores cuál es la mejor manera de llegar a la cumbre. No debería ser tan difícil, y debe ser tanto o más honesto que encontrar un lugar querido para vivir. Un punto desde el que desarrollar tus habilidades, tus talentos, sin justificaciones ni excusas. Sin lamentaciones, sin necesidad de explicarse.
En un ensayo titulado Writing Short Stories, Flannery O’Connor habla de la escritura como de un acto de descubrimiento. Dice O’Connor que ella, muy a menudo, no sabe a dónde va cuando se sienta a escribir una historia, un cuento... Dice que se ve asaltada por la duda de que los escritores sepan realmente a dónde van cuando inician la redacción de un texto. Habla ella de la “piadosa gente del pueblo”, para poner un ejemplo de cómo jamás sabe cuál será la conclusión de un cuento hasta que está próxima al final:

Cuando comencé a escribir el cuento no sabía que Ph.D. acabaría con una pierna de madera. Una buena mañana me descubrí a mí misma haciendo la descripción de dos mujeres de las que sabía algo, y cuando acabé vi que le había dado a una de ellas una hija con una pierna de madera. Recordé al marino bíblico, pero no sabía qué hacer con él. No sabía que robaba una pierna de madera diez o doce líneas antes de que lo hiciera, pero en cuanto me topé con eso supe que era lo que tenía que pasar, que era inevitable.

Cuando leí esto hace unos cuantos años, me chocó el que alguien pudiera escribir de esa manera. Me pereció descorazonador, acaso un secreto, y creí que jamás sería capaz de hacer algo semejante. Aunque algo me decía que aquel era el camino ineludible para llegar al cuento. Me recuerdo leyendo una y otra vez el ejemplo de O’Connor.
Al fin tomé asiento y me puse a escribir una historia muy bonita, de la que su primera frase me dio la pauta a seguir. Durante días y más días, sin embargo, pensé mucho en esa frase: Él pasaba la aspiradora cuando sonó el teléfono. Sabía que la historia se encontraba allí, que de esas palabras brotaba su esencia. Sentí hasta los huesos que a partir de ese comienzo podría crecer, hacerse el cuento, si le dedicaba el tiempo necesario. Y encontré ese tiempo un buen día, a razón de doce o quince horas de trabajo. Después de la primera frase, de esa primera frase escrita una buena mañana, brotaron otras frases complementarias para complementarla.
Puedo decir que escribí el relato como si escribiera un poema: una línea; y otra debajo; y otra más. Maravillosamente pronto vi la historia y supe que era mía, la única por la que había esperado ponerme a escribir.
Me gusta hacerlo así cuando siento que una nueva historia me amenaza. Y siento que de esa propia amenaza puede surgir el texto. En ella se contiene la tensión, el sentimiento de que algo va a ocurrir, la certeza de que las cosas están como dormidas y prestas a despertar; e incluso la sensación de que no puede surgir de ello una historia. Pues esa tensión es parte fundamental de la historia, en tanto que las palabras convenientemente unidas pueden irla desvelando, cobrando forma ene l cuento. Y también son importantes las cosas que dejamos fuera, pues aún desechándolas siguen implícitas en la narración, en ese espacio bruñido (y a veces fragmentario e inestable) que es sustrato de todas las cosas.
La definición que da V.S. Pritcher del cuento como “algo vislumbrado con el rabillo del ojo”, otorga a la mirada furtiva categoría de integrante del cuento. Primero es la mirada. Luego esa mirada ilumina un instante susceptible de ser narrado. Y de ahí se derivan las consecuencias y significados. Por ello deberá el cuentista sopesar detenidamente cada una de sus miradas y valores en su propio poder descriptivo. Así podrá aplicar su inteligencia, y su lenguaje literario (su talento), al propio sentido de la proporción, de la medida de las cosas: cómo son y cómo las ve el escritor; de qué manera diferente a las de los más las contempla. Ello precisa de un lenguaje claro y concreto; de un lenguaje para la descripción viva y en detalle que arroje la luz más necesaria al cuento que ofrecemos al lector. Esos detalles requieren, para concretarse y alcanzar un significado, un lenguaje preciso, el más preciso que pueda hallarse. Las palabras serán todo lo precisas que necesite un tono más llano, pues así podrán contener algo. Lo cual significa que, usadas correctamente, pueden hacer sonar todas las notas, manifestar todos los registros.

Cuadernillo de enero

Cuadernillo de enero

Ya se está cociendo el próximo cuadernillo de enero 2008, que como sabéis estará compuesto de suculentos y sabrosos relatos relacionados con el mundo de la gastronomía. Nada mejor para aderezar este artículo, que el avance de lo que probablemente será su portada.

Cuentos en diez minutos

Cuentos en diez minutos

¿Llevas media hora atrapado en esa cola? ¿Esperas en la consulta y un abuelo, sentado a tu lado, te vigila con intención de contarte todos los pormenores de su enfermedad en cuanto le sonrías? ¿Los niños de esa señora atacan tus, ya de por sí, maltrechos nervios, mientras aguardas que te vea el dentista?
¡Pues evádete con un relato, hombre! Uno de esos, sí, de los que lucen en la mesita, junto a las revistas del corazón o los folletos de prevención de la obesidad infantil.
Ésta es la última iniciativa de la Asociación La Molineta Literaria, Cuentos en diez minutos, y consiste en la distribución por ambulatorios, consultas privadas y órganos administrativos, de unas cuartillas con relatos cortos para leer en diez minutos, que se expondrán en mesitas y mostradores, debidamente estuchados, en un expositor.
Este proyecto, ideado y coordinado por el escritor Juan de Dios Sáez, tiene como objetivo llenar el tedioso tiempo de espera de colas y consultas con historias amenas que hagan más grato el paso del tiempo y acerquen, a los lectores improvisados, a la literatura y a nuestra asociación. Para ello, además de los cuentos de los socios, se incluirá una pequeña reseña sobre algún libro como información adicional.
La recopilación de relatos, con la colaboración de los socios, se encuentra ya en proceso, así que podremos ver los expositores distribuidos a finales de Noviembre.

El paso herido

El paso herido

Por fin ha visto la luz el esperado libro de poemas de Diego Jerez.  Según el propio autor, que siente debilidad por los grandes poetas como Góngora, Quevedo, los hermanos Machado o Miguel Hernández, es "un poemario de aire clásico, en el que predominan el soneto y los serventesios".           

El libro fue presentado el día 28 de septiembre en la librería Hojablanca de Toledo.

Más información: http://www.cuentosdeburdel.com/index.php?option=com_content&task=blogsection&id=9&Itemid=67 

Reunión de octubre

Tras el merecido descanso estival, el próximo sábado 6 de octubre, a las 18:00 horas, tendrá lugar la asamblea de la Asociación. La reunión será en el lugar de siempre y en ella se abordarán diversos temas entre los que destacan los proyectos "Un cuento en 10 minutos" y "Dibújame un cuento, 2008". También se hablará del recientemente creado blog de la Asociación. Si no sucede ningún imprevisto, durante el transcurso de la asamblea los asistentes podrán recoger sus ejemplares del cuadernillo de octubre.

Cuadernillo de octubre

Cuadernillo de octubre

Ya está en marcha el nuevo cuadernillo de octubre que, con el título "Próxima estación, Molineta", estará disponible para la reunión que tendremos el primer sábado de octubre. En esta ocasión, han participado con sus relatos: Consuelo Marín Fernández, Pablo de Aguilar González, Javier Traité, Pepe Ríos, Paco López Mengual, Lola Gracia, Tautina Robledos, Pablo Molero Marañón, Santa Cruz García Piqueras, Elías Meana Díaz, y, si la suerte le acompaña esta noche, Juan de Dios Sáez Clavijo. Como adelanto, podéis ver arriba el diseño de la portada.

Bienvenida

Bienvenidos al blog de la Asociación La Molineta Literaria.


Contacto:
molinetaliteraria@yahoo.com